Arrastra el viento aromas a mar en forma de minusculas gotitas, como terpenos aromáticos en suspensión salina. Un viento que moja el pelo y los vestidos, eriza el azul inmenso, vertiendose en las calles, tejados y paredes de casas, coches y viandantes, tras volar metros, kilometros. Más cerca del arrogante, trémulo autor de una melodia hipnotica al pasear sus brazos de agua sobre la arena, en un ir y venir pareciera eterno de masas de agua estrellandose contra las rocas y recorriendo la orilla, moviendo la arena bailarina al compas de sus notas. Una debil, fina lluvia se une a las gotitas aqui, pasa al lado de otras allá sin tocarlas, para estrellarse contra el suelo, volver a ascender y finalmente ser absorvidas por el terreno o bien pegarse un rato más a algún neumatico o vehiculo, algún pelo o abrigo, o pared. Todo el azahar, o el determinismo. Porque generar azahar aleatorio es muy, pero muy complicado simularlo. El viento aumento su poder levantando todo lo levantable. Llevando con el miles de minusculas gotitas frias, de sentir molesto, pesado, frio. Sobre el horizonte se levantaban estrellas, y se mostraban distantes y misteriosas, sin embargo un mapa, un camino de ida y vuelta, aunque siempre incierto. Como la vida y su mandado de vivirla, de desearla hasta que sea llamada a volver a la nada. Algo que es deja de ser, de estar. Como aquellas olas que repiten la melodía de manera parecida, nunca son las mismas. Ya en la zona turistica seguia salpicando y moviendo. Descubrí una calle extraña que por la noche se hace más larga a medida que la recorres, hasta llegar casi el final. Una casa planta baja pintada de azul cielo, una ventana siempre abierta mostraba las ocasiones que arribé a tal lugar, una joven pintora de marinas. Al recorrer la calle en dirección contraria, esta se hacia mas corta.
Alrededor de este barrio de Barcelona siempre hay gaviotas, en la arena de pie o en bandadas volando y graznando a todo pulmon. Es el final de verano y las noches son mas densas, se percibe el horizonte como fundido con el firmamento, sobre todo cuando farolas cercanas derraman luz sobre el mar y las lejanas boyas compiten con las estrellas. Paró la lluvia dejando su huella caduca, paró el viento, incluso la brisa.
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