La noche empieza a retroceder lentamente; El silencio se va
llenando de gritos y cánticos. Pisar una rama seca ya no es tan inmediato a
delatar la presencia furtiva. Es el momento ideal para el cazador. Los seres
nocturnos regresan a sus moradas subterráneas. No todos han cazado la deseada
presa. Otros, heridos de gravedad se entregarán a su suerte. Empieza el reinado
de los cazadores bajo el sol, la cautela de las presas y su necesidad de
alimentarse. Necesidades mutuas que satisfacen un equilibrio de intereses
opuestos. Alguien morirá para que otro ser se nutra. La muerte como factor de
vida, tan lejano en los pensamientos mundanos por prejuicios políticos.
Presente pero difusa en la religión. Y sin embargo tan afín a la naturaleza
material y tan presente, que todos los seres poseedores de la capacidad de
gestionar consciencia, desean por todos los medios evitar y retrasar.
Ya el Sol asoma su potencia reveladora de otra consciencia;
convirtiendo en claridad lo obscuro. De nuevo los contornos se definen y ganan
resolución. El sentido del olfato ahora es menos preciso, así como el oído y algún
sentido olvidado, pero presente. Como aquel sentimiento de certeza que te guía hasta el manantial. O te conduce de nuevo a reencontrar la senda perdida.
Es por eso que vaciar de cánticos y gritos la realidad asumida; atrae de nuevo la sonoridad de la noche. Tan útil para manejarse entre tinieblas. Así como el perro perdido busca el confort de sus amos. Es precisa la lucha contra los conceptos que creemos nuestros. Luchar contra uno mismo es herirse hasta morir. Morir para cambiar el suelo por una barca.
(C) Ángel navarro batista (Abufalia) 14/10/17