Cada día trascurrido parecía disminuir la gradación de los
objetos. La hierba y la tierra carecían de olor. Como si se tornaran menos densos, irreales, diferentes y toscos. El cielo de un color plomizo
con nubes desteñidas. El recuerdo siempre presente de cómo era hace unos años. Un cielo nocturno encendido de belleza. Presentaban ahora como algo lejano y escondido el fulgor de las estrellas ausentes.
Algo que me ocurría a mi estaba transformando la realidad. O bien la realidad
se me presentaba de manera que me obligaba a transformarme. Tal vez ambas
cosas.
El mismo proceso se daba en los sueños, que adquirían gran
colorido y viveza. En ocasiones era consciente de estar soñando, recordaba
haber estado allí y de qué manera actué. Ahora podía cambiar algunas acciones.
Sin embargo, continuaba con el guion incapaz de crear o dirigirme a otros
escenarios. Existía un “lugar” en los sueños llamado fantasía, donde la vibración
era frecuente, los más maravillosos coloridos y música se combinaban con
sensaciones de malestar y engaño. Entre sublime y grotesco es fantasía. Los
sueños son así.
(C) Ángel navarro batista 12/10/17. (Abufalia)
(C) Ángel navarro batista 12/10/17. (Abufalia)
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