Paseos de madrugadas frescas entre pinos, en lo alto de la cima cercana a mi vivienda sintiendo la suave brisa del naciente día, los amortiguados sonidos de los animales nocturnos, mis pies ruidosos escapando de zarzas verdes. Las estrellas se intuyen más lejanas y escasas mientras en el recuerdo permanecen las noches vividas de joven, con un cielo tachonado de pequeñas luminosidades trémulas que invitaban a la reflexión, a sentirse pequeño comparado con la extensión incomprensible de la realidad. O bien según la compañía, ese inmenso espacio obscuro con zonas luminosas, de colores pálidos, titilantes, absorbentes de la atención atrapada que magnifica la imaginación, se convertían en un apéndice más de la consciencia. Un sentimiento integrador del ser con el Cosmos. Donde no se discute la pertenencia a tal belleza, siendo tan fuerte esta que embellece por igual, al ser más pequeño e insignificante. Silencio, armonía y paz inundan los espíritus que miran y ven al Espíritu humano, sintiéndolo en el interior de cada uno, pugnando por mostrarse en las atónitas y fugaces miradas hacia adentro, al Ser. La luminosidad de nuestros asentamientos modernos, iluminan logros materiales muy humanos y necesarios, resaltando el suelo, calles, casas, caminos. Una iluminación que sigue formas rectas, serpenteantes, Siguiendo, bordeando, acompañando una formación de estructuras llamadas calles, caminos, carreteras, autopistas veloces; una vez has llegado a la cima del monte pueden apreciarse los detalles del progreso Victoriano. Desde la altura entre ramas, zarzas..., pareciera que las antaño abundantes estrellas se encontraran ahora, desperdigadas por el suelo. Como si el cielo cansado de esperar ser visitado bajase a tierra. Aquel caminito ascendente rodeado de vegetación, espárragos, setas, hongos, musgo. El mar a lo lejos apenas visible, se intuye presente. Olores de mar en los ventosos otoños. En primavera la vida recorre cada rincón del suelo, del cielo, del interior de la tierra. Así va animando semillas, huevos y polen. Los árboles se adornan de colores vivos. Tonos rojizos por aquí, pardos allí y verdes. El Sol prepara su paleta de colores, según se incline este, pintará de marrón, amarillo, cereza y azul. Ocre y naranja. Me siento verano. Soy verano ahora. Sigo perdido, pero conozco mi tarea, calentar la parte inclinada del mundo. Es sencillo. Por las noches también deambulo sin rumbo por las calles, por los pinares. En ocasiones me he tropezado con jabalíes. A pocos metros de mí. Por eso existen zonas en las cuales es bueno, hacer ruidos. Los escuchas muy cercanos en ocasiones, se confunden como sombras con el ramaje, con sus crías obedientes, prudentes. En una ocasión los vi a medio metro de donde yo estaba. Me aclare la garganta mientras continuaba caminando, mirando zonas elevadas por si era preciso subir corriendo. No pasó nada, se mantuvieron quietos, con bufidos bajos. Alejándose sigilosamente hacia la parte superior de la montaña. Por las calles no suele haber nadie.
No suele haber nadie importante en mi vida. No me preocupaba en exceso, perdido entre conferencias de filosofía y ciencias. Escribiendo mis memorias perdido en mi propio interior. Con mis estimados sueños. Ahora me doy cuenta que estoy solo. Rodeado de vida, a veces el espíritu me reconforta. Es tan extraño esto de vivir. Esta experiencia única, o así la percibimos. Aquí estamos, no sabemos nada de nosotros en realidad. Parece que la pertenencia más importante, la única a tener en cuenta, nuestra vida. Nuestro entorno inmediato, y no tanto. Parece no importar. Así pasan los días haciendo lo mismo. Ahora sé que el Espíritu siempre está presente, pero no lo podemos ver. Debe ocurrir algo extraordinario para que nos demos cuenta cabal de su existencia. Ya darse cuenta de su existencia es algo extraordinario. Por eso es tan difícil que se dé la coyuntura precisa para notar su existencia a nuestro lado, en el interior, en el exterior. Sin olvidar el olvido. Porque se olvida la magia. Algo tan extraordinario y terminamos olvidándolo, tapado por nuestros temores. Por todo aquello que nos hace humanos, es muy natural que así ocurra. Siempre hemos vivido en medios hostiles, plenos de depredadores, competidores en la permanencia de la vida. Y así estamos condicionados a olvidar el regalo. Como se ve es muy importante recordar al Espíritu. Mi manera de hacerlo es la gratitud. Agradecer siempre todo aquello que intuyes viene de él, que es todo.
Y es en esos momentos de paz, iluminación y percepción cuando la consciencia te avisa, te muestra lo feliz que eres compartiendo vida. La necesidad de dar, de entrega. Te hace sentir solo, sí. Por eso aparece la necesidad de escribir, para contar tu visión de la existencia, para compartir con todos. Hasta hoy no he podido realizar este deseo. Encontrar personas puramente materiales y egoístas, ha sido, fue una constante. Espero seguir usando la expresión fue. Deseo por fin hallar almas afines. Que, en lugar de robarte la vida, sean capaces de susurrar palabras reales, con sentimiento autentico.
Verano de crecimiento. Verano especial para mí.
(C) Ángel (Abufalia) 16/06/2022