Si. En esto pienso ahora con la mente espesa, con las neuronas ahogandose en alcohol. Navegando entre tramadol y recuerdos. Algunos mundanos y cercanos al espiritu que elevan el alma, como el soñado amor que muribundo se aferra al canto de una barca en desquilibrio, volcandola poco a poco hacia algún abismo o precipicio.
Y ya volcada aún permaneces agarrando el borde hiriente de acero, que se clava en las carnes humedas y sangrantes. Descendiendo con semejante artefacto a lo más hondo, frio y oscuro, contrario al cielo en el abismo del mar movido y vivo.
Cuando nada parece importar, buscas en la droga alivio y lo encuentras, como prostituta presta, tras pagar la consumición y cama.
Y te sientes triste, porque ni tan siquiera deseas drogarte, sino morirte.
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