miércoles, 3 de agosto de 2022

Anochece en Gavà

 






Buenas tardes en Europa. La Luna de nuevo pugna por ocupar su lugar en el cielo plateado de blanco azulado, pequeña y estilizada parece hincharse a medida que el Sol se mueve. Poco a poco ira ganando el tamaño asignado. Poco valor se da en esta época a aquello que ocurre fuera de los medios, que escupen consignas al igual que publicidad y promesas nunca cumplidas. Veo a los jóvenes siempre consumiendo. Productos musicales al igual que nosotros lo fuimos. Limitando su lenguaje y por ende su pensamiento, su alcance. Parece ser que se confía en que, mediante un milagro, estos jóvenes servirán al menos para cobrar su paga de consumidores inútiles. En verano esta localidad suele “perder” habitantes. En dos años de pandemia se acentúa este sentir, las calles siempre vacías. Alguna mujer paseando al perro. Hace una semana estuve hablando con una de estas mujeres, unos 50 años. Muy arreglada y con buen léxico y acento. Me contaba que el perro la empezaba a estorbar. Tenía que llevarlo aquí y allí. Yo le conté de mis ratas, pero no se sorprendió. Me dijo que una amiga suya psicóloga tenía una rata. Me despedí de ella pensando que era medianamente interesante. Continué hacia el centro del pueblo por la rambla de mi calle. Es una pequeña rambla acordonada y flanqueada de grandes arboles de frondosa hoja. Hojas que se ponen rojizas. Moras silvestres unos metros más a la derecha. Unas moras dulces y negras, grandes y jugosas. Mañana estarán en su punto. Cada día que recuerdo me como unas cuantas, Siempre acabo lleno de pinchazos riéndome de mi mismo. La luz cada vez más difusa tinta de solemne el horizonte. Ha crecido la Luna en su periplo y se muestra diáfana y brillante. Es posible me susurre secretos de amor. Planes de guerra y gloria. Canciones de luz para ser tocadas en los anocheceres, ante miríadas de estrellas atentas al compás telúrico. Seguirán las guerras inacabables de la codicia. Rodeando el polideportivo se ve la estatua del Mileni. Se ilumina de noche en colores pastel. Como una antigua discoteca setentera. Aquí existe otra rambla más ancha e importante. Pero el frescor, la vida, la armonía de mi rambla, vence toda pretensión a la mayor. Ardillas he visto en mi corta rambla, saltar y correr por los árboles tan felices como bellas. El azul claro límpido ha vencido su proyección en el espejo cósmico del cielo. Incluso las aves parecen estar reposando en sus ramas. El silencio solo es roto por el paso de algún coche veloz. Es un refugio para el alma que no aprecie hasta hace 3 años o 4. No sabía el tesoro que tenía. Era mi propia vivienda. Ya conozco incluso a los jabalíes. Y ellos se me acercan demasiado para mi gusto. Los perros los conozco a todos. Hay incluso varias mujeres que cuidan a los gatos. Si está lleno de ellos. Hay o había. Hace mucho tiempo no lo veo. Un gato que casi éramos amigos. Le faltaba una pierna. Siempre que me veía se me acercaba a refregarse con la cola bien tiesa. Emitiendo maullidos y ronroneos. Y como corría el gato sin una pierna. Y esta el otro gato que a veces se me acerca y se sienta sobre mis rodillas, o pasa de todo gatunamente y se marcha. Con los gatos puedo establecer un contacto especial, que no nos gusta ni a ellos, ni a mí. Pero son muy bonitos. Los perros confío en ellos totalmente, sé que ningún perro puede hacerme daño, y lo se pragmática y empíricamente. He desatado perros que ni su dueño podía acercarse a pesar de darle de comer. A mí ni me ladraba. 

Y esto por hoy. Si dispusiera de un porrito podría continuar escribiendo. Me siento ahora cansado. Ayer fue un día muy extraño. Uno de esos días que, tras escoger la espada más gloriosa, solo deseas verla goteando sangre del enemigo. Hoy el tiempo se dilató de ayer, la percepción busca alienarse con la consciencia y esta con la realidad, de nuevo. Otra vez. 

 

Ángel Navarro Batista © 

Abufalia.es Abufalia son © de Ángel Navarro Batista © 

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