miércoles, 31 de agosto de 2022

Cuentos y niños, El Pozo

 








Me preguntaba sobre escribir un cuento para niños. Tras ver que tenía varias escritoras, si, son mujeres, que escriben cuentos para niños. Recordé cuando tenía 5 o 6 años, no sé. No recuerdo el día, que, subiéndome sobre el sofá, pude asir un gran tomo de recopilación de cuentos muy pesado, que me leía mi padre por la noche (tras pedírselo mi madre, claro; (ese claro no debería estar, pero está)). Ya conocía todas las historias del tomo y le pedía, léeme esta, léeme la otra. Después le pedía cambiar el desenlace, y siempre existía algo en el dibujo que pareciera no pertenecer al cuento. También ya leía yo el texto. Aquellos dibujos tipo puntillista o trazados con líneas y curvas de tono gris. Dotaban de matices la historia que ya crecía y corría por la mente del niño. El gitano holandés que enamorado de la Luna, la buscaba siempre con desespero mirando al cielo cada noche. Así caminaba de día por los pueblos de montaña, con caminos de piedras afiladas, de barro y polvo. Y de noche, cuando la Luna se mostraba florecer caminaba tras ella, tomando nota de su recorrer estrellas y barrancos. De las tormentas, que, de tanta furia empleada por la propia vida, para mover aguas y vientos. Convertían el pequeño cielo de un pueblo perdido en los mapas y la memoria. En un infierno de luz, agua, viento y explosiones, retumbando las cañadas y ríos. Incendiando algún expuesto cobertizo de paja o llevándose su tejado de madera y ramas. Tras amainar la tormenta, sabiéndose vivo tras dar las gracias a su destino, levanta la cabeza buscándola en su esplendor de Luna llena. Así mirando el cielo anda y anda, hasta tropezar con unas piedras lindantes de un pozo. Y ve en el pozo a su amada Luna brillar para él. Solo para su persona y tiempo. Para cuando lo desee, el, posee el secreto para otros desconocidos, de dónde se encuentra la Luna. Marcha al pueblo donde invierte todos sus ahorros, tras convencer al carpintero de fabricar una ventana circular, para un pozo. Una ventana que se abre desde afuera, como la puerta de un calabozo. Así corre mirando hacia atrás con ansia, cada cierto tiempo, no vayan a seguirlo y conocer el secreto.  

Al llegar al pozo, de la manera más diligente y rápida, antes que el nuevo día aparezca, debe poner la tapa mágica en su base, para evitar se marche la Luna ahora prisionera. De esta manera solo deberá abrir la ventana, mirar por agujeritos bien definidos y protegidos, para volver a verla radiante. Incluso ahora puede, mediante el hecho de tirar piedritas, ondular la superficie del agua donde está la Luna, haciéndola temblar, bailar, suspirar.  

Por fin, la Luna, (prisionera) cree que es suya.  

El cuento no es así, claro, creo recordar su nombre y es algo parecido a los Listinianos y los Tontinianos. Y es una historia de cómo se engañan unos a otros. Y de eso va la metáfora de la Luna y los cuentos para niños. Me pasa fugazmente la expresión hablar de esferas redondas. Quede aquí ahora esto. 

¿Quién podría privar de la visión de la Luna, de la belleza cualquiera, a todos, para ser el único admirador? ¿No perdería su encanto no siendo compartido? Ya que este encanto crece, se multiplica al ser cantado por multitudes enardecidas, enamoradas a su vez.  

Esto lo coloca en la posición de creer tener en la mano, algo que está solo en su cabeza. Y en ocasiones en el pozo coincide. Pero si en lugar de levantar la cabeza para admirar su brillo en el firmamento, debes abrir una tapa y mirar hacia el fondo de un pozo, donde estará si acaso su reflejo. Creyendo que tirar palitos crea un baile, un éxtasis. Entonces súbete otra vez a ese sofá y convence a tu padre, de la necesidad de cambiar por lo menos, alguna cosa del cuento. Dar otro final, tal como hace un niño sano ayudando a los tontilianos a tapar el pozo. 


Podría haberlo llamado El Reflejo y es posible fuera mas descriptivo.

No es lo mismo ver una película en la intimidad de casa, que en el cine. Sobre todo aquellas películas que sin darte cuenta hacen rodar alguna que otra lagrima, sonrisa e incluso miedo. Sabiendo de la ficción y el arte que son quienes te emocionan. Esa capacidad de tomar como real lo más fantasioso que te presenten. La tragedia debe estar presente si no deseas aburrir al polvo de las butacas. No hay más que añadir a escena lo humano para presentar un amago de lo trágico que puede sentirse vivir. Pero la tragedia de uno puede ser la alegría de otro, la indiferencia, el compromiso, la ayuda. Parecemos notas musicales corriendo por las escalas, esto me parecen las emociones, un poco de Jazz, de improvisar sonidos. Tragedia, cuya mención asusta aunque se diga en voz bajita.

Lo único grave, indeseable y destructivo. Es no hacer nada con los pozos, sobre todo los que obligan a bajar la cabeza para mirar. Allí donde solo nosotros podemos mirar, el interior de cada espacio donde puede vibrar la energía de la vida, como notas musicales que dispuestas correctamente, brillaran más que la Luna, porque es tu Alma que sonríe a su muerte, su compañera leal, real.

A medio terminar dejo la reflexión mientras enormes gotas de agua se estrellan contra el suelo creando el ritmo del verano que se marcha a otra zona geográfica, con más pozos pretendiendo contener algo real, y no el reflejo de las cabezas mirando inclinadas el fondo, de un pájaro que voló sobre el borde, de algo que no se recuerda muy bien tras tanto tiempo, cuando ni siquiera se tiran las piedritas. Cuando olvidamos cerrarlo, o creemos que ya no está.



31/08/2022 © Ángel Navarro Batista. Abufalia © 

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