jueves, 18 de agosto de 2022

Bailar y Paris

 Esta imagen me recuerda al Moustache de Mollet. Es igual, idéntico.









Sentado ante el teclado, la música resuena. Tras un buen rato bailando en casa; al escribir he visto el teclado como un piano, un órgano electrónico. Me compré uno con 26 años y lo conectaba al ampli. Se lo regalé a mi ahijado. Pero estaba flipando solo bailando y de pronto ha venido a mi memoria, la primera vez. Siiii. La primera vez que estuve en una sala de baile de un hotel. Tenía 16 años ma o meno. Estaba no recuerdo el lugar, creo que era España. En algún pueblo o ciudad. De los 14 años a los 17 años mis padres se dedicaron a viajar por toda España en autobús. Y claro, me llevaban con ellos. Prácticamente he estado en toda España, Francia donde tengo, o tenía primos. Paris, Marseille, Lyon, Versailles y muchos pueblecitos, el castillo de If. En Paris cumplí 18 años, estuve dos semanas con mis padres. Joder, escribes de una cosa y te vas a otra, Paris ya no recordaba el viaje. Fue interesante, lástima que en ese entonces yo era un tímido de mierda. Por las noches salía a pasear solo por el barrio latino. Recordar los libros que había leído, las ilustraciones, ahora todo estaba allí ante mis ojos. Y mucha gente por la calle, muchos jóvenes de mi edad. Para practicar francés primero lo hice en tiendas al comprar bebida o tabaco. En Marsella apenas entendía que me decían. Ellos me entendían a mí, pero yo a ellos no. En Paris si los entendía a ellos, nos entendíamos mucho mejor. Recordé del bachillerato la maestra insistió en los acentos regionales. Y si mi francés es Parisino. El caso es que Paris en esa época ya era muy cosmopolita. En ocasiones me encontraba con alemanes, daneses, ingleses y si, pocos, pero algún japonés ya apuntaba maneras. Me hablaban en inglés los pobres, idioma que odio. Pero al final te acabas entendiendo. Una noche estaba sentado en la escalera solo, se acercó un grupo de chicos y chicas de mi edad, se sentaron y empezaron a liar porros. Yo justo los había probado hacia muy poco. Allí se hablaba de todos los idiomas, no nos entendíamos mucho. Fueron corriendo los porros y ya nos empezamos a entender. Ya cada uno hablaba su propio idioma materno, y risas y más risas. Me sorprende ahora que no me fui y me quedé allí con ellos. A esa edad era muy tímido (si, cuesta creer ahora, pero así era yo antes), aunque luchaba contra ello. 

Como contaba, en algún lugar de España, en un hotel con sala de fiestas. Aburrido dando vueltas por unas escaleras alfombradas muy guapas. Descubro la sala de fiestas y me dedico a mirar como es. Nunca había visto una discoteca por dentro. Alguien me vio rondando por allí. De repente las luces se encendieron y la música empezó a sonar a todo volumen, unos bajos increíbles y agudos, medios aquello sonaba maravillosamente. Y aunque tímido en exceso la música me vencía y me hacia mover. Y así estuve una hora o dos no recuerdo, una hora tal vez, allí bailando solo, con las luces estroboscópicas, el láser. Lo pasé genial. El poder de la música para anular el yo. Para expandir la percepción, convertirse en sensación. 

 

 

  

 

Sentir con la música todos los mundos que crea y abren su alegría, invitándote a entrar a girar, a saltar, a gritar. A ser uno con las ondas que rebotan en tu pecho con la música electrónica. Sigues el ritmo como hoja cayendo en remolino, la mente se vuelve matemática, calcula ritmos y tiempos. Vibración en el aire, se transmite a tus manos y pies. Eres una emoción buscando su expresión en el punto más álgido estallando como un orgasmo. Ya sabes cuando escuches tú música, vas a ser poseído por todos los espíritus burlones, alegres, tristes, melancólicos... 

Al girar bailando haces mover la realidad en tú dirección. Puedes ver las líneas del mundo girar y alinearse confundidas. Rodeado de música, cambios de presión del aire, te mueves moviendo las líneas. De repente el nivel de energía es mayor y mayor, crece con tu temperatura aumentando al moverte. Reverberación y eco llevaran lejos el mensaje. Si existe.  

Es el movimiento el mensaje, es sincronía y alegría, aquella alegría tan fácil de obtener siempre, porque se encuentra en todas partes, solo hay que mirarla. También la música está en los colores y olores. Los olores se olvidan, todo se olvida. Respirar por la nariz. Párate en un parque y huele hasta que huelas algo que identifiques. Yo mismo lo había olvidado. Ahora que vuelvo a usar colonia, me he dado cuenta de su descuido, el del olfato. De niño podía identificar cualquier tipo de jamón. Serrano, ibérico, cebo. Y ahora debo reiniciar el cableado. Pero tengo buen olfato y gusto. Y esto viene a la música, a Paris.  

Tabaco gitanes o rubio malo alemán, tabaco de mala calidad y caro. Aquí se fumaba español, ducados, o celtas. El local, les gitanes, tabaco negro francés. Porqué tabaco, Paris. Marsella es sucia. Las calles están llenas de basura y las paredes están recubiertas de una pátina de contaminación profunda. Muchas bicicletas con un motor superior. Barcelona es mucho más rica, se percibe un ambiente decadente en Marsella. Las casas son pequeñas, sin baño. Nunca fui capaz de ver riqueza, o belleza en Marsella. Si en la música del momento. La Navidad es allí muy especial, se comen 12 platos o 13. Platitos claro. Y pastís, mucho pastís.  

© Ángel navarro Batista 

18/08/2022 


 

 

  


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